martes, 31 de agosto de 2010

EL HUASCAR: SIMBOLO Y TROFEO

En días pasados se ha generado toda una serie de opiniones sobre la devolución del legandario Monitor Huascar, quien bajo las ordenes del Contralmirante Grau mantuvo a raya a la escuadra adversaria durante 6 meses, siendo uno de los pocos casos en el mundo de tal proeza, donde el ingenio y la proeza fueron encarnados en el Ilustre Don Miguel Grau.

Sobre el tema en particular creemos muy oportuno dejar nuestro parecer mediante este articulo que es muy acertado en sus comentarios escrito por este distinguido asesor en Asuntos Internacionales.

Escribe: Juan Carlos Herrera Tello - Abogado

Asesor en Asuntos Internacionales

Cuando aquella mañana del 8 de octubre de 1879 en Angamos, sucumbió Grau y junto a él fueron cayendo uno a uno los oficiales al mando del histórico Monitor “Huáscar”, se selló la suerte del Perú en la guerra iniciada por Bolivia al violar el Tratado de Límites de 1874 y que unidos a aquel país por un Tratado de Alianza Defensiva, asumimos la invasión, la destrucción de nuestros emporios productivos y la mutilación territorial.

Se ha escrito mucho sobre el combate de Angamos, de igual manera del papel de Grau y su figura epónima que la posteridad le ha dado el sitial merecido de uno de nuestros héroes máximos junto a Bolognesi y los defensores de Arica. El mensaje de Grau a la posteridad es el sacrificio y especialmente tener como mortaja el honor de defender a su patria hasta el final.

Pero la historia del emblemático Monitor Huáscar no acaba aquel 8 de octubre, el monitor es capturado y llevado como trofeo de guerra a Valparaíso para luego ser usado contra él Perú, así la armada chilena envía al Huáscar a bloquear primero el Callao que lo ve con seguridad más que sorprendido con su “nuevo” pabellón. Luego pasa a Ilo a reunirse con parte de la flota chilena y allí se decide que sea el capitán de fragata Manuel Thompson quien comande el monitor, y quien perdiera la vida cuando un proyectil de 500 libras le cayera, destruyendo su cuerpo.

El Huáscar continuó sirviendo a Chile en la guerra, bloqueando y bombardeando nuevamente el Callao; más adelante se le usa como parte de los bombardeos a las trincheras peruanas emplazadas para la defensa de Lima en enero de 1881.

Una de las misiones más tristes que le cupo llevar a cabo al Huáscar con sus nuevos dueños, fue la ocurrida el 11 de junio de 1881, cuando su capitán Emilio Valverde toma posesión del puerto de Paita, lugar de nacimiento de Miguel Grau.

Así como vemos, el Huáscar chileno, es un buque usado para desmoralizar al Perú, sus cañones originales, fueron cambiados en 1880, y en 1885 ya acabada la guerra es sometido a importantes reparaciones y modificaciones; en 1888 se le usa para el traslado de los restos de Arturo Prat, el capitán de la Esmeralda que muriera en su cubierta. Tuvo actuación opaca en la guerra civil chilena de 1891, para luego ser dado de baja en 1896 por el estallido de una de sus calderas, finalmente fue restaurado y se mantiene cautivo en Talcahuano donde está fondeado en la base naval de ese puerto y exhibido como un trofeo de guerra, en él se muestran las historias de sus comandantes muertos en su cubierta.

Lo último que se conoció del destino que se le quería dar al Huáscar, lo conocemos gracias al texto de Ernesto Yepes del Castillo en “Para que no se repita: Como se Negoció el Tratado de 1929” y en el encontramos las conversaciones entre los norteamericanos y chilenos para definir la frontera terrestre por el problema de Tacna y Arica; el 17 de noviembre de 1928, ante la ya imposibilidad de realizar el Plebiscito Internacional pactado en la clausula tercera del Tratado de Ancón, Chile busca realizar la partija del territorio y entre otras cosas propone a los norteamericanos por medio del Presidente Ibáñez del Campo que se devolverán los trofeos capturados en la guerra para sellar una paz definitiva, sobre la base de la cesión de Arica por parte del Perú.

Posteriormente en marzo de 1929, los EEUU pensaban que Chile estaba más por el fracaso de las negociaciones sobre la provincias peruanas; como muestra que esto no sucedería y que los sureños estaban dispuestos a culminar las negociaciones, el 7 de marzo de 1929 el Embajador chileno acreditado en los Estados Unidos le asegura al Secretario de Estado norteamericano Francis Kellog que “su gobierno ofrecería al Perú retornar un barco de guerra y trofeos tomados al Perú durante la guerra, lo que tendría probablemente un gran efecto en el Perú”

Como ya se conoce nada de esto se realizó.

La fórmula más conveniente para el retorno del viejo Monitor Huáscar al Perú fue justamente cuando se definió la frontera terrestre, era lo más indicado, pero cuál es el verdadero fin que se le debe dar a una nave que tuvo mayores honores cuando estuvo al servicio del Perú? Y que al ser utilizado por su captor contra su legitimo propietario difiere en antagónico y con una impronta de vergüenza para el elemento peruano y de superioridad para sus nuevos dueños?

Miguel Grau Seminario, dijo: “Si el Huáscar no retorna al Callao, tampoco retornaré yo”, esta frase conocida en nuestros libros de historia, marca el sino del emblemático navío para los designios peruanos, lo que implica que el Huáscar sin Grau no existe.

Por otro lado, en el combate de Angamos después de una resistencia heroica, los oficiales peruanos del Huáscar deciden hundirlo para que no quede en manos enemigas, y como se sabe esto fue imposible ante el abordaje del invasor quien lo capturó y le puso su enseña en su driza para ser exhibido.

Cuando el Huáscar estuvo nuevamente operativo, la resistencia peruana tenía como finalidad hundir la nave, logrando solo dos objetivos, hundiendo a La Covadonga en Chancay y al Loa en Ancón.

Analizando fríamente la situación, ¿debemos tomar parte por el destino que querían los peruanos o el destino que le da Chile hoy?. Los peruanos querían hundir la nave y los chilenos la rescataron para usarla contra nosotros y luego tenerlo como trofeo de guerra. Por cada momento que siga a flote aquel navío que tanta gloria dio al Perú durante los seis meses de la guerra con pabellón peruano, son momentos que siguen recordando el holocausto de Angamos y la ignominia que algo tan emblemático para el Perú, nos atacó.

Raúl Porras Barrenechea en su vasto “Fuentes Históricas Peruanas” transcribe una cita de Jacinto López de su célebre “Historia de la Guerra del Guano y el Salitre” sobre la campaña del Huáscar: “Mientras este solo buque peruano, el Huáscar, subsistiese, mientras el Huáscar estuviera en el mar, mientras Grau estuviera en el Huáscar, Chile no desembarcaría un solo soldado en territorio peruano y las hordas de la conquista se pudrirían en Valparaíso y Antofagasta, en la larga espera del desenlace de la guerra del Huáscar contra la escuadra chilena. Este es un hecho sin precedente en la historia de las guerras navales del mundo entero. El Huáscar prestó al Perú servicios incomparables. El solo hiso la guerra naval. El solo protegió al Perú contra la invasión. El solo hizo la obra de una escuadra. Este es el interés y la lección de esta historia. Esta es una epopeya como la de la independencia. Este es el pedestal de Grau y la gloria del Perú. Este es el milagro naval de la guerra del Pacifico”.

Palabras de un extranjero que honran la memoria de los combatientes peruanos y que nos llenan de fervor patriótico al ser herederos de este legado que muchos pueblos ya quisieran tener.

Seamos dignos de nuestra historia tan llena de actos heroicos como el de Angamos y que mejor que honrar a nuestros héroes, en no solicitar, en no pedir y en no propiciar devoluciones de trofeos de guerra que aunque nos pese, fueron ganados en batalla, y solo en una batalla, estos pueden ser recuperados, pedirlo es humillante y deshonra la memoria de aquellos que se inmolaron por nuestro país.

Una cosa es pedir y lamentarse de que una presa tan famosa como el Huáscar nos sea devuelta y otra que el vencedor nos la devuelva sin ninguna condición como un gesto de buena voluntad. Por eso, como herederos de esta gloria no manoseemos ni convirtamos un tema tan delicado como histórico, en un asunto de noticia del día para luego al cabo de solo momentos sea un simple recuerdo.

Las últimas reacciones por las palabras del ministro de Defensa de Chile, que fueron sobredimensionadas por la prensa de uno y otro país demuestran los resquemores que siguen existiendo en nuestras políticas internas. En Chile Carolina Toha y Patricio Aylwin manifestaron su posición favorable pero con condicionamientos; y los diputados Ulloa y Tarud se negaban rotundamente. Mientras en el Perú encontrábamos que el destino era hundir al buque, que fue propuesto por el vicepresidente Luis Giampietri Rojas, quien como marino y conocedor de las tradiciones navales de su arma fue atacado por algunos políticos que desconocen el tema.

Un torpe por allí deslizó la idea que el Huáscar debería estar anclado en Arica para que los peruanos pudiéramos visitarlo, ya que Talcahuano está muy lejos, olvidando que un ancestro suyo fue el que huyó de Arica para no dar cara al combate el 7 de junio de 1880 cuando era jefe del Batallón “Cazadores de Piérola”.

Si el Huáscar nos es devuelto, esta devolución debe ser sin ninguna condición, así con seguridad será llevado al Callao para los homenajes correspondientes y luego el Perú respetuoso de los acuerdos que firma, solicitaría a Chile el ingreso nuevamente del monitor, acompañado de parte de nuestra escuadra, la misma que debe ser recibida por su par chilena para llevarlo juntos a Punta Angamos y hundirlo con los más grandes honores que ambos pueblos puedan ofrecerle y como mensaje y ejemplo al mundo de darle el fin correspondiente a un buque que sigue siendo un símbolo de la heroicidad peruana y un trofeo glorioso de la supremacía chilena ante su mayor peligro.

Hoy, Chile es el dueño del Huáscar, lo ganó en batalla, desigual sí, pero un hecho de armas al fin, y como tal debemos de respetar la decisión que Chile haga con lo suyo. La absurda proposición a que el Huáscar vuelva al Perú para que también sea exhibido en el puerto del Callao, no solo es una afrenta a nuestra historia, sino el de estar de acuerdo con lo que sus captores quisieron, y mantenerlo por un mero acto de frivolidad nos denigra como peruanos y no nos hace merecedores de la dignidad y la honra que nos legaron nuestros ancestros.

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